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[Escribe: Fernando Movalli] Errar es humano… y perdonar es divino. Puede errar, como que no, hasta un tipo como Orsanic, ese gran capitán que posee muchas más virtudes que defectos pero que esta vez la pifió. No por esta muy posible caída en dobles sino porque, precisamente, al estar dos puntos arriba y ser previsible como derrota arriesgó el físico de un Juan Martín Del Potro que el viernes había batallado por más de cinco horas. Lo expuso a la suma de más cansancio físico y mental, más allá de que en lo anímico siga brillando en las alturas.
Un grosero error del capitán que se confirma ahora por esas dudas expuestas que Orsanic manifestó en conferencia de prensa, dudando de si el tandilense llegará o no al supuesto quinto punto de la serie. Supuesto porque, claro está, no deberíamos descartar un batacazo de Pella a primera hora del domingo cuando lo tenga de frente a ese león herido que sigue siendo Andy Murray en su terruño. Con un público que les exige ganarle a los “sudacas” de cualquier manera ya sin importarles la típica formalidad británica.
Orsanic no tuvo más remedio que ser sincero ante las insistentes preguntas de todos los “porqué” de tan extraña decisión: “Me basé en el envión anímico, su confianza y la intención de cerrar la serie hoy mismo. Pensé que era el mejor dobles que teníamos y apostamos a jugarnos enteros también en este punto”. Sin dudas, coraje y convicción no le faltó en esta excursión a Glasgow, no solo sorprendiendo a los extraños sino por sobre todo a nosotros mismos.
Derrota en dobles que, a pesar de haber jugado un buen segundo set y lucharla hasta el final, no duele tanto en lo matemático como sí en lo anímico de cara a lo que se viene. Porque no solo siembra las dudas de rigor de acuerdo a lo expresado sino que reposiciona a un anfitrión que estaba poco menos que noc out. Y mucho más si en definitiva el físico de “Delpo” dice basta antes o, mucho peor, durante el posible partido final en donde la tensión de la definición puede, en ese contexto, jugarnos una histórica mala pasada.
Un craso error que puede costarnos muy caro cuando no había tamaña necesidad de apurar la pelota que, claramente, estaba comprometida en el bando rival. Un craso error que ojala haya sido solo un yerro como tantos y pase rápidamente al olvido a través de volver a conquistar un nuevo pasaje a una final mundial.
