0
0
[Escribe: Fernando Movalli] El deporte de alta competición, y mucho más si en el medio se la juega una selección nacional, tiene estas cosas. Porque no había terminado de disfrutarse a pleno la histórica victoria de un gigante como Del Potro ante Murray, que ya se estaba con la calculadora en mano y rogando por un triunfo imprescindible de Pella en el segundo punto.
Lo de la torre de Tandil es muy difícil de poder explicarlo con palabras o desde la lógica y mucho más sencillo desde el sentimiento y el corazón. Porque batir a un tremendo jugador y luchador como Andy Murray y ante su gente no es para cualquiera. Pero si para este humilde tandilense que resurgió de los traumas y las operaciones, que se dobló sin quebrarse y que cosecho con ello toda la fortaleza para dar otro batacazo.
Un partido interminable de más de cinco horas de lucha con un tenis excelso para sufrir y disfrutar a más no poder. Que pareció que a la larga terminaría siendo del local porque ya no se le podía pedir mucho más a la proeza del argentino. Que tuvo el plus de no conformarse con un gran choque sin victoria y se la jugó en el límite del palo a palo, única manera de reducir la conocida fortaleza mental del escocés. Con esos terribles dos sets finales para mantener por siempre en la memoria por la potencia, la tranquilidad y la jerarquía del argentino que terminó siendo un combo letal para el sorprendido dueño de casa.
Sin su revés a pleno, sin un óptimo estado físico para la ocasión y casi sin rodaje en la temporada es lo que lo hace más valioso e inolvidable a este triunfo del deporte nacional en general y del tenis en especial.
Un triunfo que luego necesitaría del temple más que del talento y de la concentración más que de la potencia en un Guido Pella que no tenía otra que no fallar. Porque, así dadas las cosas en esta serie, la derrota del bahiense cotizaba casi como un certificado de despedida en semifinales.
Y el zurdo también tuvo que remontar un inicio adverso ante un potente jugador como Edmund que nunca pudo sustraerse del lastre de la derrota anterior, que le produjeron primero vaivenes tenísticos y luego mentales muy bien aprovechados por el argentino. Que fue de menor a mayor y ganando cada vez con más más autoridad las tres últimas mangas para regalarle otra tremenda victoria al bunker nacional.
Dos triunfos impresionantes en rodeo aristocrático para no olvidar por muchos años. De “Delpo” y Pella pero también de ese magnífico coordinador de grupos y conocedor de vestuarios que es el “Flaco” Orsanic. Un capitán inesperado para muchos que volvió a dar una sabia lección en el manejo de situaciones complejas y sin escudarse en la fama de nadie o en el ranking de rigor. Trabajando en el día a día en función de la realidad del equipo y del momento sin dejar de apostar un pleno a la posibilidad de campeonar por primera vez.
En definitiva, una jornada soñada y con la final a solo un punto de distancia. Así sea en el quinto y último como indicaría la lógica para que “Delpo” termine de redondear un regreso que ya huele mucho a gloria deportiva.
