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Sin soberbias y con muchísima humildad la dupla entre Carlos Berlock y Leo Mayer fue creciendo a pasos agigantados desde el año anterior en la misma medida que crecía el cariño de la gente para con ellos y para con el equipo todo.
Imposible no emocionarse con la entrega de ambos en un partido caliente y jugando nada menos que un punto clave de una semifinal mundial en casa ajena. “Charly”, en un nivel superlativo con su drive y su revés a una mano pero, por sobre todo, con una volea letal que definió muchos puntos importantes. Y por allí estuvo la médula de una victoria fundamental más allá de todo lo que también aportó el “Yacaré”, especialmente cuando dispuso de su servicio y muy a pesar de alternar buenas con malas.
La concentración permanente fue otra fortaleza de la dupla que les permitió ganar rápidamente la primera manga por 6/2 y barrer con un 7-1 la definición en tie break de un durísimo y disputado segundo set. Después, sobrevino el sube y baja emocional para uno y otro lado al levantar mucho su nivel Darcis y arrastrar hacia el partido al zurdo Bemelmans para que los rojos se quedaran con la tercera manga y dejar abierta la definición. Definición que en el 2 – 2 del cuarto set tuvo un infartante quinto punto que no se perdió de milagro y se ganó con tenis y corazón para definir la recta final del match. Que se volvió a complicar para los nuestros por no poder quebrar en muchas ocasiones y llegar a una nueva y peligrosa definición por tie break. Eran los momentos más flojos en el nivel de Leo Mayer que erraba más de lo que metía. Pero ahí volvió al ruedo el “Charly” de la gente para hacer todo bien y cerrar un partido tan importante como chivo jugado ante el fragor del numeroso público. Un triunfo que, si bien no te asegura todo, nos deja muy cerquita de la quinta final de la historia por la Ensaladera con un grupo que a falta de estrellas destila espíritu de equipo por todos los poros.
EL ARGENTINO, UN PÚBLICO FIEL, COPERO Y FAMILIAR
Las sensaciones cuando se juega de visitante siempre conllevan ese plus de mayor orgullo hacia el país y su camiseta que cuando se lo hace de local. Ni hablar en este tremendo choque de dobles donde las pulsaciones estuvieron a mil.
La pertenencia en estos casos parece aún mayor pero además hay otros condimentos que hacen muy especial a esas circunstancias. En Copa Davis, la gente se asemeja al entorno futbolero al destilar una pasión que no se comprueba nunca en otras competencias del deporte blanco. Pero también, le suma comportamiento y colorido por la permanente presencia de familias completas, más allá del grupo fuerte y bullanguero que para nada son barras bravas. Todo lo demás corre por cuenta y orden de nuestra caliente sangre latina que nos condiciona tanto al éxtasis en las victorias como a la depresión en las derrotas.
Este periplo en la imponente Bruselas no fue la excepción y sumó otro simpático eslabón a ese collar interminable del aguante nacional de los últimos quince años por todos los puntos del planeta.
