En esta última fecha del fútbol de primera división, la de “los clásicos”, no hubo nada diferente o nada nuevo bajo el sol salvo la tamaña ordinariez de haberse pasado en mucho de la raya.
Más allá de la legítima pasión que muchas veces los hinchas futboleros mantenemos bajo la piel, la “corpo” sigue vivita y coleando y haciendo de las suyas para que el negocio nunca deje de funcionar. Esa corporación que no todos pueden ver y que más implícita que explicitamente conforman jugadores, árbitros, dirigentes e incluso algunos cuantos periodistas por acción u omisión de su deber.
Desde siempre y no solo en el ámbito deportivo, “venderhumo” o falsas expectativas ha sido para muchos el modus operandi más eficaz o único de alcanzar sus réditos. Ello, en tanto y en cuanto sus presuntas víctimas no se aviven del doble discurso o de lo que en realidad se esconde en aras del objetivo. Victimas que, en el caso que nos atañe, no son ni más ni menos que los oyentes, los lectores y por sobre todo los televidentes de rigor.
Estuvo más que claro que la semana anterior se vendió y promocionó con bombos y platillos el maravilloso mundo del fútbol con el devenir de tantos clásicos que por poco no paralizaban el país. Esos mismos clásicos que, tomando solo a los tradicionales, lograron generar “solo dos goles” en más de 560 minutos de fútbol. Muy a pesar del San Lorenzo – Huracán y del Unión – Colón en donde se produjo el milagro de esas dos conquistas y hasta por ahí se pudo observar“algo” parecido a eso que es jugar a la pelota. Con el bochorno del Boca – River una vez más, o del Racing e Independiente más el Newell´s – Central y el Gimnasia con Estudiantes nítidamente todosa la vista incluso del más desprevenido. Con árbitros cobrando los “peligros de gol” para que el salvador empate los librara de culpa y cargo y con dirigentes y jugadores impresentables que mucho más que en ganar pensaban por sobre todo en no perder. Complementado con el complot casi asociado de las declaraciones post partidos basados en el famoso y tristemente célebre “se puso todo pero no nos alcanzó”. Pero también, con la complicidad de un periodismo amarillo y berreta que le miente a sus receptores escarbando el fondo de la olla para justificar un “interesante y disputado 0 a 0”. Y para recalar claro en la entendible frustración de un público que después no entiende del todo porque aquella adrenalina del jueves y viernes anterior se trastocó de repente en algo tan vacío y tan rápidamente descartable cuando el domingo aún no moría del todo.
Una vez más el “humo” corporativo nos volvió a ganar por goleada sin que nos enterásemos del todo. Ese verdadero clásico que sale indemne de todo y de todos y al que casi nunca le toca morder el polvo ni de las frustraciones ni de las derrotas siempre tan dolorosas como ajenas.
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