Morbo aparte, visitar el Memorial y el Museo de la tragedia de las Torres Gemelas en Manhattan sacude
todo cimiento y sentimiento humano por más sólido que fuese. No solo por imaginar las miles de vidas perdidas aquí, en un puñado de metros cuadrados, sino por observar sus rostros e historias en las pantallas dispuestas a tal fin y en los grabados de cada una de las inmensas fuentes (foto) donde se asentaba cada torre. Una historia increíble que cada neoyorquino la recuerda como propia y que los ha marcado para el resto de sus vidas. Pero una historia que también tuvo y tiene su costado económico por todo lo acontecido y todo lo que el mundo no se permite olvidar.
Y ahí nace y toma cuerpo la otra historia.Esa del “circuito turístico” impensado y que, más allá de las multimillonarias pérdidas de trece años atrás, hoy es una mina de oro que se la explota como tal. Con un incesante peregrinar de turistas de todas partes del planeta que no se detiene, salvo en cuatro o cinco jornadas especiales, en todo el año y en los siete días de la semana.Con 23 U$S promedio por persona (foto) cada siete segundos para un lapso total diario de doce horas generando más de 30 millones anuales de recaudación.
Y con otra historia que roza lo increíble para un país predecible y estable como este. Aquella de la estrepitosa caída de valor de las propiedades y servicios en sus quinientos metros a la redonda desde el día de la tragedia y por un lapso de dos a tres años. Momento en el cual se revirtió la situación para llegar a este presente en donde los valores cuadriplican su precio original registrado en la previa del atentado. Por todo lo que transita y consume tanta gente así llueva o truene en un sector que antes solo albergaba el peregrinar de dueños y empleados administrativos.
De allí este increíble cambio de realidad para una zona que, de la noche a la mañana, pasó de aquel dolor imposible de olvidar a este lucro descomunal para sus arcas.