[Escribe: Fernando Movalli – Cobertura Copa Davis] Por primera vez redactaré en primera persona y pido disculpas y comprensión por ello, pero es lo más genuino que me impregna este momento único y, quizás, irrepetible.
Antes de comenzar con estas letras, con el corazón acelerado y la objetividad un poco lejos, tuve la dicha de vivir algo que jamás soñé y mucho menos me ocurrió. Compartir la caótica conferencia de prensa final desde el suelo y a dos, tres metros de los flamantes campeones como algo de no todos los días.
Ver sus rostros, tener feed back por la cercanía y saludarlos uno por uno y dialogar con el “Yaca” recordando aquellos mates de Praga y Sunrise ya me llenaba de alegría. Pero, manifestarle de frente a Orsanic que sus palabras y su modo de actuar eran un ejemplo para un país tan dividido, pagó con creces estos casi veinte años de derrotero periodístico. Desde aquel Marzo del 97 cuando solo era cosa del ascenso y el grupo mundial una utopía y, mucho más, levantar alguna vez la bendita Ensaladera.
Pero tardó y se dio nomás. En una manera tan impensada que hace que se disfrute mucho más y se entienda por qué en esta fría noche de Zagreb sus calles son invadidas por el canto de miles y miles de compatriotas.
Las lágrimas de grandes y chicos, de jugadores, de entrenadores y hasta de Periodistas, humanos al fin, fue la postal más fidedigna de lo que ocurrió un par de horas atrás. En esos segundos de gloria del fallido disparo del gigante Karlovic que se iba muy lejos. Una pelota larga que se añóró, se esperó y se soñó durante mucho tiempo, casi toda una vida para muchos de nosotros.
Después, el desplome del azuleño Delbonis, el de la gloria, ese que ya quedó guardado en el arcón de los recuerdos más importantes de la vida deportiva nacional.
Un “desplome” de un deportista, vaya paradoja, que debería ser metáfora y servir de ejemplo para “levantar” en todos los sentidos a nuestro querido país. Para entender que solo trabajando en equipo, con tolerancia y diluyendo el maldito ego que tanto lastima, será la forma de volver a construir un país para todos y que merezca ser vivido.
En lo deportivo, esta increíble película vivida tuvo al regreso cinematográfico de Del Potro en una escena central. Por el sufrimiento de sus operaciones y por no darse vencido n aún vencido. Un gigante del tenis pero, por sobre todo, de la vida. Porque no tuvo que parecerlo como muchos le pedían, ya que le sobró con serlo. No se la creyó nunca, salvo dentro de la cancha, donde puso todo lo que hay que poner para ser torazo en rodeo ajeno y levantar un 0 – 2 casi inhumano de resolver ante un Cilic de gran nivel y ante su público. Como Orsanic, Delpo terminó siendo un líder natural y pragmático a través de sus ejemplos vestuario adentro y dando todo en la contienda.
La Ensaladera en nuestras manos, casi como tocando el cielo con las mismas. La otrora esquiva Ensaladera en nuestras manos para pensarlo desde la razón pero escribirlo desde el alma. Porque, por estas horas es casi imposible describirlo desde otro lado que no sea desde el sentimiento y desde el corazón. Especialmente para quienes mordimos el polvo de tantas derrotas y masticamos tantos regresos amargos con el semblante abatido.
Pero aquel “alguna vez será” ya es hoy, aquí, de frente a estos héroes que ganaron todo el campeonato en tierras ajenas. Aquí en la mismísima Zagreb de aquella heroica victoria del lejano 2006 para luego caer de pie en Moscú con un gigante Nalbandian que hoy también es parte de nuestro reconocimiento.
El mundo deportivo en nuestras manos para creer o reventar. Con ningún jugador top 30 en el equipo y con un Capitán que se dedicaba al semillero de la Asociación. Pero que tuvo la virtud de la prudencia y de conformar un “equipo” con todas las letras. Diluyendo egos y tirando de verdad todos para el mismo lado, único camino, el más largo es cierto, pero el único camino para alcanzar los grandes objetivos de la vida, cualesquiera sean.
COMPARTIENDO LA ALEGRÍA CON AMIGOS Y COLEGAS
La promesa de “Salata” cruzando la cancha arrodillado tres horas después del final arrastrando sus setenta y pico años; Las ocurrencias del “Rifle” Varela o el saltar a la cancha con la otrora famosa reportera Mily Lay Gonzalez furan algunas de las tantas anécdotas para recordar.
La arenga de Maradona y aquel ejército de croatas y argentinos a su alrededor para fotografiarlo en ese momento único del título mundial fue otro de los puntos fuertes de una jornada inolvidable.
Los dedos ensangrentados de muchos al ya no haber uñas para comerse, el no querer mirar parte de la definición de Cilic y Del Potro y el grito argentino para tapar la melodía pro croata fueron otros de los condimentos de color en otros tantos. Tres días para retenerlo para siempre en el corazón y sacarlo a flote para cuando a la vida se le ocurra cachetearnos una vez más.