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En cada intervalo del partido de dobles y con mucho más público que el día viernes “ porquéel Judío trabaja ese día” nos repetían, la típica música hebrea hacia cantar, saltar y bailar a los locales. Grandes y chicos, hombres y mujeres, de Tel Aviv o de Sunrisepero todos unidos al son del ritmo que destilaban los inmensos bafles.
Una anciana de unos ochenta y cinco años me comentaba en su rebuscado español, producto de su mucama dominicana, que “el nacionalismo israelí es imposible de claudicar en cualquier parte del mundo y bajo cualquier circunstancia que se presente”.
No hubo institución social, educativa, religiosa o empresarial de esta parte de la Florida que no tuviera algún representante en el estadio para semejante acontecimiento que se debió desarrollar en su tierra natal. Y con ello lograron generar claro una muy pesada localía más allá del también pesado calor reinante.
Cohesión al palo como si fuese un ritual en el que todos eran partícipes sabiendo de qué trataba la cuestión. Algo poco menos que impensado para los argentinos regados de brechas, conflictos y divisiones. Para concluir comprobando que este tipo de hermandades y cohesiones solo se consiguen a partir de todo un sufrimiento que hace a la historia de cada raza más allá de los valores y del libre concepto que cada ser humano pueda tener en cuanto a la vida.
