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Impensada victoria ante el ex campeón Serbia, no por el triunfo en sí a sabiendas de la ausencia de Djokovic, sino en la manera en que se logró. Con total y absoluta autoridad, tanto en lo deportivo como en lo mental, que tanto cuenta cuando el jugador se calza la pesada pilcha de cualquier selección nacional.
Una victoria que hizo de trampolín para salir como catapulta hacia la Bélgica de Setiembre con toda la ilusión a cuestas. Una ilusión que se fundamenta en la solidez espiritual de este grupo que tiene a la humildad como bandera y que, a falta de un Del Potro como figura, alimenta sus posibilidades en explotar al máximos sus virtudes. Que radican en haber encontrado el lado copero del correntino Mayer, el sólido dobles entre el mismo “Yacaré” y el veterano Berlocq y la consolidación del “Zurdo” Delbonis luego de su partidazo ante Troicki.
Si todo ello podrá alcanzar o no para ser torazo en el país bajo cuando aquí muera el invierno es otro cantar. Porque también mucho se habla por estas horas del llamado al experimentado “Pico” Mónaco para la gran semifinal. Algo que, seguramente, el medido capitán Orsanicdeberá consultar con su almohada y con el mismo equipo ya que no se trata solo de la calidad deportiva del tandilense. Se trata además de no romper ese compacto ambiente que se logró vestuarios adentro y que para este equipo de no – figuras es fundamental para seguir haciendo historia. Y de allí que no es tan simple decidir y pensar que si o si Mónaco debe ser parte de este nuevo equipo que no lo incluyó desde el vamos y que, aún sin ser de la partida, tiene a “Delpo” como líder desde las sombras.
Bélgica es un equipo respetable, máxime en su terruño, y no por nada está en semifinales también. Goffin, hoy número 14 del mundo, es su mayor espada sin descuidar a Darcis que pinta como otro duro jugador a vencer en tierras europeas. Pero tanto ellos como su pareja de dobles no es nada de otro planeta y si la Argentina repite la pasada performance de Tecnópolis bien puede dar la sorpresa. La de pasar a su cuarta final mundial en solo nueve años y esta vez sin figuras y sin la gran legión de otros tiempos no tan lejanos. Solo con jugadores que destilan esfuerzo, convicción y, por sobre todo, elevan con dignidad la bandera de la humildad como sostén de esta ilusión de ir por un verdadero batacazo.
