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Hay que verlo y comprobarlo para poder creerlo. No por sus impresionantes estadísticas de todo tipo, como el per cápita más alto del mundo con sus casi 90 mil Euros anuales (España 22, Argentina 9, etc…) sino por su pulcritud estructural, económica, social y hasta política y cultural.
Luxemburgo, con solo 530 mil habitantes en todo el país es una Democracia Parlamentaria con un Ducado con Monarquía Constitucional. Pero el secreto no pasa por su sistema de Gobierno sino por el inteligente manejo del mismo orientado al desarrollo de negocios y la atracción permanente de capitales foráneos. De “yapa”, su monstruosa actividad financiera internacional a través de todos los Bancos todos ni bien se cruza la famosa Puerta de Kirchberg (foto), le deja suculentos dividendos que les permite mantener una bajísima presión impositiva. Un círculo virtuoso que disfrutan sus habitantes no solo en el nivel económico sino también en sus benévolas consecuencias como la nula inseguridad, mortalidad infantil, pobreza, inflación, corrupción y muchos dramas más que vive gran parte del resto del mundo. Con ello y por ello la Unión Europea le confió el Tribunal de Justicia, la Auditoria General del resto de países miembros y el clave Tribunal de Cuentas que maneja el control y los flujos de estos 28 estados europeos.
Aunque no es simple insertarse en su ámbito laboral siendo extranjero tampoco es imposible si se cumplen sus exigencias. No tanto en cuanto a los requisitos de ingreso sino a los de permanencia respecto a confiabilidad, productividad y responsabilidad en todo sentido.
Trabajo en blanco, servicios sociales de excelencia, alta tecnificación aún para labores ingratas y una envidiable rentabilidad promedio para todos nos exime de otros comentarios. Salvo el recordar que quien certifique solo tres años de empleo ejemplar tendrá derecho a un suculento préstamo sin intereses para una vivienda de primer mundo sin hipoteca de la misma.
De otro planeta, o no tanto si se gobierna apostando a la educación, al ponerse de acuerdo y al evitar disputas banales y egocéntricas que terminan inexorablemente dañando al mismísimo pueblo que se dice representar y apoyar.
