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SIN GESTOS DE GRANDEZA
La tajante división y desunión que el ciudadano común – ese que se levanta temprano a trabajar y se acuesta cansado por las noches – percibe en la ciudad o en el país llegó con toda crudeza también al tenis.
El Argentina Open que ganó Nadal en Buenos Aires no fue ajeno a ello como tampoco lo será este fin de semana el choque ante Brasil por Copa Davis. Nalbandian y Vilas estuvieron apoyando a Mónaco y a la organización del torneo a cargo del ex capitán Jaite pero nadie de la Asociación Argentina ni del equipo nacional y mucho menos el entorno de Del Potro. En Tecnópolis para la Davis, a solo días de lo anterior, será otro cantar y con las figuritas cambiadas exactamente al revés.
Aunque reglamentariamente Juan Mónaco puede aún ser convocado por el flamante capitán Orsanic dado su excelente presente, es casi un hecho que no será incluido ya que no se trata de un tema deportivo sino de una irreconciliable relación vestuarios adentro.
Lamentablemente, dichas divisiones y resquemores no son exclusividad del tenis ni del deporte sino de vastos sectores de diario vivir. Pero haciendo foco solo en lo deportivo a esto ya lo hemos vivido en innumerables oportunidades. Por caso, la no convocatoria de Tevez para el mundial o dela “Sole” García en Las Leonas como también en los desmanejos del Basquet y el Voleibol y hasta del Comité Olímpico Argentinocon aquellas nefastas discriminaciones. Ni hablar claro de todo lo que pasa en el fútbol nacional donde la puja y división entre la capital versus el interior es cada día más dolorosa.
Un fiel reflejo del daño que el egoísmo y la ambición de poder puede generar. No solo destruyendo sino también dejando de construir para el bien común de la sociedad. Una sociedad que en este tipo de cuestiones ha ido pasando del asombro al hartazgo y de este a una peligrosa naturalización y acostumbramiento. Porque habituarse a la disputa por la disputa misma sin la generación de mínimos consensos terminan en seguras debacles, se trate de lo que se trate. En un país en donde a Dios gracias sobran las oportunidades pero, lamentablemente, escasean los verdaderos gestos de grandeza.
