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«UN SUFRIMIENTO INNECESARIO»

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[Escribe: Fernando Movalli] Comprobar una vez más, una de tantas, el sufrimiento de un niño en una competencia deportiva hace que se produzca esa impotente sensación de enojo y tristeza y que se nos estruja el corazón.
Durante la semana anterior, y a pesar de estar programadas muchísimas actividades deportivas en Las Varillas y la región, el choque futbolístico infantil entre las categorías de Almafuerte y Adea en el parque tricolor se llevó gran parte de las miradas y de los oídos por doquier. Con un clima festivo para las familias, los dirigentes, los hinchas y hasta para el periodismo, pero transformado en ansiedad para los más pequeños, protagonistas al fin, de acuerdo a las mismísimas palabras de sus entrenadores.
La imagen de sufrimiento y lágrimas en los pibes de Adea en la Preinfantil y de Almafuerte en la Infantil luego de las derrotas, fueron el fiel reflejo de aquella presión contenida y reprimida durante días. Esa presión interna pero también externa que hoy por hoy viven y sufren nuestros niños en la competencia de muchas disciplinas deportivas. Pero el fútbol, siempre el fútbol, quizás cumpla como nadie con todas esas indeseables condiciones que a la postre generan un sufrimiento injusto e innecesario tanto en niños como en adolescentes.
En los últimos tiempos la vorágine de los medios, el merchandising y las desmedidas expectativas de muchos padres desvirtuaron el fundamento de otras épocas basado en la diversión, la formación y la educación desde el deporte infantil. Lo desvirtuaron hasta transformarlo en una exagerada competencia para el ganar o ganar y para el llegar a toda costa, muy a pesar de esas delicadas edades de los pequeños protagonistas.
Está comprobado que tanto en Norteamérica como en Oceanía y en los países asiáticos del primer mundo el aprendizaje y el disfrute están muy por encima del concepto del ganar y así evitando el sufrimiento de los pequeños. El casi inexistente “interés” y presión de sus progenitores y entrenadores van de la mano con ello y sin dudas colabora para generar un ambiente saludable y feliz para los pibes. Muy por el contrario a nuestra cultura latina en donde las desmedidas expectativas de los mayores se traducen en una indeseable presión hacia los chicos que genera precisamente el efecto contrario. LLegando incluso a generarles rencor para con ellos y desapego hasta con la misma disciplina que practican.
Si como se dice, la verdadera felicidad radica en la permanente expresión de lo que sentimos de manera espontánea y sin reprimirse, nada mejor para los chicos que disfrutar de lo que se hace. Y disfrutar de la disciplina no ya solo para que fluyan sus potencialidades sino para que también se mantenga la actividad deportiva en toda edad.
Quienes por las circunstancias de la vida pudimos comprobar como padres nuestros desaciertos y los erróneos manejos hacia nuestros hijos deportistas, deberíamos dar fe de todo lo anterior. No solo para generar el efecto deseado de las sanas expectativas de continuidad y desarrollo junto al deporte sino, y por sobre todo, para que la felicidad y la correcta formación como personas este siempre por encima de todo. Especialmente la felicidad, que es el contrapunto a tanto innecesario sufrimiento.

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